Satan made me think
José Ángel Mañas

Cada colectivo suele crear sus propios santos y demonios, su Dios y su Satán. La iglesia maradoniana tiene claro quién es Dios, y a los Rolling Stones siempre les gustó aquello de que les llamaran "sus satánicas majestades". Por mantenernos en el fútbol, Messi vino con el nombre puesto y el Satán entrenador de los últimos tiempos creo que resulta evidente, ahora que no está, quién era. Pero faltaban Satanes en la literatura española, y hemos descubierto uno de sus más recientes encarnaciones. Les presento el texto, para que no se me despisten. Lo que transcribimos a continuación es el delirante sermón pronunciado en octubre de 1995, en medio de la guerra de bandas que entonces asolaba la ciudad costera de Matadero (una especie de Marbella imaginaria creada por José Ángel Mañas y Antonio D. Leiva), por don Fermín, párroco del pueblo ante dos vagabundos y una esquizofrénica del centro para enfermos mentales de la localidad. El cura, uno de los personajes más delirantes y extraños de la serie pulp El hombre de los 21 dedos, el polifacético y cizañero criminal polidáctilo creado por Mañas y Leiva, nos va a desvelar en el fragmento que sigue quién debe considerarse la última y más popera reencarnación del Maligno. Solo unas aclaraciones: el "Manipulador de Sexos", "el Gran Califa" son los nombres que don Fermín da a Mac Inness, rey de la prostitución, y al narco brasileño Da Silva, los cabecillas respectivos de las dos bandas que, mientras que en la iglesia se pronuncia este sermón, se están enfrentando a pistoletazo limpio por las calles de Matadero. En cuanto a "Jezabel", es la mismísima Margot, dueña del prostíbulo local. Para quien quiera más, el fragmento está extraído de El quatuor de Matadero, novela firmada a cuatro manos este par de satanizantes autores.

EXÉGESIS DEL APOCALIPSIS, SEGÚN SAN EULALIO

… Esto dice el que tiene la espada aguda de dos filos. Allí está el trono de Satanás; pero permaneces fiel a mi nombre y no has renegado de mi fe. Pero tengo algo contra ti: tienes secuaces de la doctrina de Balam, el cual enseñaba a Balac la manera de hacer caer a los hijos de Israel, incitándolos a comer carnes inmoladas a los ídolos y a fornicar. Arrepiéntete, pues de lo contrario iré a ti cuanto antes y combatiré contra ti con la espada de mi boca… (Apocalipsis, 2,17)
Hermanos:
San Eulalio comprendió hace más de cinco siglos, que el mensaje de san Juan le estaba dirigido y que tenía el deber de transmitirlo.
Allá por finales del siglo XV la Iglesia tenía las mismas lacras de hoy en día.
Los tiempos de las catacumbas y del martirio habían quedado atrás…
La Iglesia estaba totalmente corrompida por el poder y la opulencia…
A san Eulalio le fascinaba el formidable viento de protestas que corría de Praga a Bulgaria, de los Alpes a los Pirineos.
Todo cambiaba a su alrededor: se preparaba el gran cisma de Occidente y, con él, sospechaba, el Apocalipsis previsto por los antiguos profetas…
Los más sabios afirmaban que el Papa era el Anticristo anunciado.
Estaba claro.
Solo había que saber leer el texto de Juan a la luz de los recientes acontecimientos…
Tras encontrar la clave en el fragmento citado, el santo congregó a sus fieles en esta antigua mezquita reconvertida sobre la cual ya se iba construyendo nuestra catedral, y durante días se dedicó a predicar ante los que acudían de todos los pueblos cercanos, sedientos de verdad.
Por fin hizo un llamamiento solmene a la matanza…
Había que extirpar los corruptos miembros de los miembros corruptos del clero, secuaces de Balam que engordaban a base del sudor de sus vasallos…
El jolgorio que siguió fue indescriptible.
Nadie esperaba que un sacerdote los instara a degollar a quienes se comían sus cosechas y se aprovechaban de sus mujeres…
La matanza duró muchos días y se extendió por las parroquias cercanas a medida que los más exaltados comunicaban a los vecinos la buena nueva.
Habían saqueado el pueblo y una multitud de cadáveres desnudos eran presas de los buitres más tempraneros…
San Eulalio ese día dormía con varias de sus feligresas y fue sacudido de sus sueños por un inquieto labriego.
El tiempo había  llegado…
Después del Milenio, el Juicio Final.
Esas fueron sus últimas palabras…
Y así fue.
Todos los que lo secundaban fueron pasados por el filo de la espada en los mismos lechos donde durante semanas habían gozado juntos hombres y mujeres.
Entre ejecución y ejecución los soldados relamían la punta ensangrentada de su espada.
"… con la espada de mi boca", reza la profecía.
Sin duda fue lo último que pensó, antes de su martirio, san Eulalio.
Este duró dos días.
La lengua del predicador fue cortada por haber corrompido a los fieles.
Las orejas arrancadas, por haber oído las mentiras de la lengua.
Los ojos perforados, por haber contemplado los horrores que la lengua había causado y no haber sido arrancado, según el famoso dicho bíblico.
Viendo que se desvanecía, se dejó para el día siguiente el resto de la ceremonia…
Por la mañana lo apalearon y le quebraron varios huesos.
La plaza de San Eulalio, otrora un descampado, la abarrotaban ancianos, hombres, mujeres y niños.
Pero con el desmayo de san Eulalio hubo que aplazar la ejecución.
Y fue esa noche cuando, en un gesto dramático, se cortó ese brazo izquierdo que estaba llamado a simbolizar, a partir de entonces, para el mundo cristiano, la erradicación del mal que en todos nosotros anida…
Tal vez pensara librarse de las torturas, quien sabe.
Por desgracia la hemorragia le provocó la muerte durante la misma noche.
Sus verdugos se quedaron con el brazo cortado.
Y así fue cómo nació el milagro del brazo de san Eulalio, el arrepentido in extremis…
Hay quien dice que el milagro llegó cuando trataron de enterrar el brazo y al comprobar que este salía de la tierra, una y otra vez, hasta que entendieron que habían de ponerlo en un relicario.
Otros afirman que aconteció cuando uno de los herejes, tratando de escapar, fue señalado por el brazo acusador que a continuación se convirtió en acusador de todos los herejes que ante él se exponían.
Y también hay para quienes el milagro aún no ha llegado y el brazo espera, tendido y paciente, su día…
Hemos de aprender todos del primer error de san Eulalio, y de su audaz rectificación.
La Iglesia atraviesa un periodo de crisis, más grande si cabe que el del cisma.
Especialmente, como entonces, en nuestras tierras…
Tras ser manto legitimador del hoy denostado régimen de Franco, la separación entre Iglesia y Estado debía de haber desembocado en un renacer de sus cenizas…
Desafortunadamente ha ocurrido todo lo contrario.
Hoy el desenfreno hedonista de la sociedad le da la espalda a cualquier valor religioso.
Nos encontramos, de repente, predicando en el desierto…
Por eso hemos de aprender los métodos de san Eulalio.
Si el domingo por la mañana los jóvenes en vez de ir a misa se congregan en sus nuevas parroquias –algunos con nombres tan evocadores como el Purgatorio o el satánico Apocalipsis-, los curas hemos de hallarnos allí entre nuestros fieles.
Si la montaña no va a ti, ve tú a la montaña…
El Bien debe englobar al Mal, no dejarlo solo.
La soledad de estas paredes sin vida es lo peor que les puede pasar.
Ha caído, ha caído Babilonia, la madre de las prostitutas, y ha venido a ser morada de demonios, guarida de todo espíritu impuro, refugio de toda ave inmunda y odiosa; porque todas las naciones han bebido el vino de su ardiente lujuria y los comerciantes de la tierra se han enriquecido por su lujo desenfrenado. (Apocalipsis, 17,8-18,3)
En este extracto san Eulalio vio retratada nuestra ciudad.
Resulta especialmente revelador aún hoy el último versículo.
San Eulalio identificó las naciones con los judíos, árabes y moriscos.
Hoy sabemos que son otros los que beben de la lujuria del pueblo…
Los culpables son el Falso Califa y el Manipulador de Sexos.
Ellos trajeron la Casa de las Tentaciones y la Cueva del Sodomita.
Ellos impusieron la Ley de Babilonia.
Ellos trajeron la Sustancia Muerte.
Apomorifna, toracina, reserpina, paraldeídos, banisteria, bencedrina, tolserol, escopolamina, morfina…
Sus nombres son múltiples pero todos conducen a HELLA (sic)…
Perdonad, hermanos…
Empiezo a notar sudores fríos y el animal despierto entre mis células.
Conozco tus obras, tu amor, tu fe. Pero tengo esto contra ti: dejas que Jezabel, esa mujer que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis servidores hasta hacerlos fornicar. Ya le he dado tiempo para que se arrepienta, pero ella no quiere convertirse de su fornicación. He aquí que la voy a tirar a un lecho de dolores; y a sus compañeros de prostitución a una prueba terrible… (Apocalipsis, 2,18)
He aquí mi segunda esclavitud: el Cilicio Interior, el Cilindro, el miembro, priapo, algarrobo, arcabuz, as de bastos, avechucho, berengue…
Solo Jezabel consigue que humille la cabeza.
Y Jezabel lo sabe…
Ella me enseñó el camino de la Sensación y me condenó a mi cuerpo.
Fue hace veinte años, cuando llegué neófito, sobrio y virgen a Babilonia.
Bajo pretexto de confesarse, venía a verme regularmente.
El Súcubo vino a mí disfrazado de Virtud…
Dijo que se llamaba Margot.
Mentía.
Dijo que se arrepentía de su oficio, que con mi ayuda pretendía abandonarlo…
También mentía.
Mentaba la Virgen, y ella para mí la simbolizaba.
Hablábamos durante largos paseos…
Me intentaron prevenir, pero yo pensé que eran las Espadas de la Boca y no atendí sus consejos.
Éramos dos almas gemelas en el Jardín de la Putrefacción  y nuestras palabras se entrelazaban como palomas.
En mi seminario yo había soñado tantas veces con aquello…
Luego, un día, por accidente, lo entreví…
Jezabel advirtió mi mirada e hizo lo que nunca debía de haber hecho: bajó la delicada tela que lo cubría.
Era hermoso, nunca había visto nada igual.
Mi Cilindro entonces despertó como lo había hecho tantas noches de guerra con sueños diabólicos.
Jezabel dijo:
No tengas miedo, Fermín. Puedes acariciarlo…
Yo había visto tantas veces a la Virgen dar su pecho al Niño que pensé que ningún mal habría en aquello.
Era el Pezón Original.
Jezabel dijo:
Tómalo en tu boca.
Mi Motor Primero golpeaba dentro de mi cuerpo.
Aquella deliciosa almendra era apretada contra las rejillas.
La tentación había llegado…
Y sucumbí.
Aproximé mi lengua y lo acaricié…
Fuimos animales en la mismísima casa del Señor.
Aquello duró demasiado tiempo.
Jezabel sabía del Templo de las Tentaciones y venía cada día a satisfacer el demonio que crecía en mí.
Yo me odiaba y me flagelaba por las noches…
Pero en mi dolor redoblaba de lujuria e imaginaba mil actos impusos que acometería al día siguiente.
Me la imaginaba no mater amantísima, sino terrible Judit, o sicopática Jael.
Al final, una noche, Jezabel desveló su verdadera identidad.
Era demasiado tarde para que yo pudiera reaccionar: me había convertido en esclavo…
Fue humillante: se cansó de mí.
El dolor fue atroz…
La puerta de la carne se había abierto, y no volvió a cerrarse…
Al contrario, cada vez se abría más.
Hombres, mujeres, Sustancia Muerte.
Pero nunca Inocentes.
El Manipulador de Sexos se divertía viéndome caer…
Me hacía económicamente accesible la perdición.
Un inspector de policía, un alma perdida, me proveía regularmente de Sustancia Muerte.
Era una Roca, como el apóstol.
A veces a cambio de consuelo espiritual, otras de datos de mis feligreses.
Os oigo murmurar…
Sí, me convertí en el Gran Soplón de Babilonia, traicioné los más sagrados juramentos…
Jezabel me habló del Primer Inocente.
Sentía remordimientos. Pensaba que podía haberlo evitado.
Ella sabía que el Manipulador de Sexos pretendía eliminar al Gran Califa.
La tranquilicé.
Le expliqué que todo estaba escrito.
Ni siquiera ella podía evitar la masacre.
Lo anticipó el Apóstol:
…Vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados a causa del testimonio dado (…). Ellos gritaron, diciendo: "¿Hasta cuándo tú, el Maestro, vas a esperar a hacer justicia y a vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?". Y le fue entregada a cada uno una vestidura blanca, y se les dijo que tuvieran paciencia hasta que se completase el número de sus hermanos, que debían ser muertos como ellos. (Apocalipsis, 6,6)
Hermanos.
Yo tenía que haber estado aquel día en la Cueva del Sodomita pero la Sustancia Muerte me arrebató en una nube.
Me sentí dar vueltas. Me sentí girar como un globo atado a un punto fijo.
No vayáis.
No os subáis a la nube.
Pero continuemos.
…Cuando el Cordero abrió el sello, salió oro caballo rojo; a su jinete le fue dado el poder quitar la paz de la tierra, de hacer que se degollasen los hombres. El jinete tenía el poder de matar con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra. (Apocalipsis 6,3)
En este texto san Eulalio previó la masacre que se cernía sobre él y sus fieles.
Como consecuencia de ella perdió su brazo y se vio forzado a renegar de la verdad.
Cinco siglos después la historia vuelve a repetirse.
Puedo vislumbrar, en medio de la tranquilidad provisional, el Nuevo Futuro…
Oigo una Voz Potente que anuncia proféticos acontecimientos.
Matadero será la primera víctima de la Nueva Peste…
La Sustancia Muerte ocultada saldrá a la luz y provocará el Baile de la Muerte. 
El Brazo Oscuro del Cuarto Jinete enviará de vuelta al Infierno al Ángel Exterminador.
El Ángel irá y volverá con su espada de doble filo y golpeará donde menos se le espera.
El Apocalipsis será revelado y los Hijos de la Tribu del Cuarto Jinete caerán.
Pero no todos…
Los ejecutores vendrán de Montsegur.
El Brazo Oscuro y el Administrador de Sustancia bajarán al fondo de las Minas…
Jezabel sucumbirá bajo el paso de los Cuatro Jinetes.
Safo y el Niño Asesino se revolcarán en el barro sangriento…
El Administrador hará sufrir tormentos sin fin al Manipulador de Sexos, quien se retorcerá buscando sus pedazos…
La erupción del nuevo volcán agitará muchas almas de la Ciudadela de la Ley, todos los inocentes fenecerán, y su muerte anunciará el Fin de Babilonia.
Lo he visto en mis sueños.
Llegarán los Nuevos Jinetes en sus Carros de Muerte.
Sembrarán la Destrucción y el Caos, y todo se hará Oscuridad  y Humo.
Y por fin, el Ángel Exterminador será custodiado y trasladado hacia un Nuevo Templo Oscuro, donde volverá a brillar su espalda de doble filo.
Guardaos de ÉL.
He aquí cómo se le describe en los textos:
Le fue dado animar a la estatua de la bestia hasta el punto de hacerla hablar, de suerte que hiciese morir a todos los que no adorasen a la bestia. E hizo que todos, pequeños y grandes, recibieran una marca en la mano derecha o en la frente. He aquí la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es número de hombre, y su número es seis seis seis. (Apocalipsis, 13,16)
Yo lo vi entrar en la casa del Señor y comprendí que era ÉL.
San Eulalio me había prevenido.
Él fue el primero en descubrir el verdadero número.
Los exégetas anteriores siempre se limitaron a sumar los  tres seises.
No había comprendido la trampa que les tendía desde su maquiavélica y críptica imaginación el Apóstol…
No era dieciocho el número maldito.
No había que sumar seis, seis y seis.
San Eulalio, en una visión, comprendió el proceso.
Tres veces seis no es dieciocho…
Sino…
VEINTIUNO.
Al cómputo del resultado de multiplicar tres veces seis hemos de añadirle la Trinidad Inicial de la fórmula: tres.
Los tres seises no pueden disolverse en una sola unidad.
Y he aquí cómo descubrí a la Bestia: al Ángel está provocando la destrucción de Babilonia…
Era un día en que la Sustancia Muerte fluía por mis venas.
Yo daba vueltas agónicas por mi templo vacío…
Nadie había allí para consolarme.
Y entonces apareció.
Su sombra se dibujó en el vano del gran portón bajo las gárgolas.
Empezó a avanzar, pero lo detuve…
Sus pisantes se hallaban bañados en sangre y maculaban las piedras de la casa de Dios.
Lo obligué a desprenderse de ellos.
Él protestó cuando insistí en que también los calcetines.
Fue el momento de la iluminación.
Yo ya sabía lo que iba a ver…
Él me miró…
Sabía que yo sabía y que era inútil fingir.
Entonces, muy lentamente, se quitó uno de los calcetines…
¡Y estaba ahí!
La extremidad siniestra rebosando deformidad, los seis dedos que lo cubrían…
El razonamiento de san Eulalio resonaba en mi espíritu.
Veintiuno era el número de las extremidades de la Bestia.
Contuve la respiración…
¡EL HOMBRE DE LOS VEINTIÚN DEDOS ERA LA BESTIA!
Por un momento temí lo peor…
El viento rugía sobre el mar y anunciaba grandes tormentas.
Luego el cielo se tranquilizó.
Escondí mi pánico y le pregunté a qué había venido…


José Ángel Mañas es escritor y autor de Historias del Kronen.


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